Esa que soltastes se marchó con el alma casi herida, voló y le dio al viento sus dolores. De tenerte y no tenerte, prefirió la libertad que le brindastes. Sin darte cuenta ahorcaste lo que apenas se llamaba
sen-ti-mi-en-to.
Ella sabía que lo que duraba no era más que un espejismo, una vela que se apaga e intenta respirar y mantenerse en pie de guerra. Se preguntó y hasta lloró por no tenerte, se entristeció como una hoja que se seca cuando la estación apenas ha susurrado que comienza.
Hoy te mira desde lejos
Se siente en paz porque alcanzó,
habitar en ti,
Por el tiempo que el destino había concedido.
Aderet Ela
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